El amor puede presentarse de mil maneras distintas: hacia un hermano, amigo, vecino, padre. Pero el amor hacia un hijo trasciende las fronteras de las demás formas de amar y nos enfrenta con nuestra propia imagen.
Un Hijo es todo aquello que somos pero también aquello que podremos llegar a ser. (en potencia). Un hijo nace de nuestro cuerpo y crece con nosotros, de alguna manera y sin quererlo, podemos llegar a proyectar en ellos todo aquello que nosotros quisimos ser o todo aquello que querríamos que el otro fuera. Un hijo nos enfrenta con nuestra propia imagen distorsionada. Por que es otro. No somos nosotros pero es, en parte, nuestro ser.
Por eso es tan duro y terrible que un hijo a que soñamos, dimos vida, o educamos muera. Cuando esto sucede, muere también una parte de nosotros. Es como sentir que parte de nuestro cuerpo se fue con él así como también todas aquellas cosas que pudimos haber vivido, soñado, realizado. Todo los proyectos “de” quedan truncos dando lugar a la frustración que acompañará la pena diaria.
Pero nosotros seguimos acá, los días siguieron pasando y estamos obligados a continuar y aceptar esto que nos tocó. Lo que debiéramos poder ver es que el sentimiento es algo etéreo, que no se puede definir ni medir y que entonces podemos encontrar parte de “ese” amor en otros amores, distintos, no tan intensos pero que nos pueden ayudar en este proceso. Amores nuevos, amores viejos, amores de reencuentro. Por que lo mágico de la vida es volver a encontrarse después de que uno se pierde. En ese encuentro experimentar que podemos amar de nuevo, aunque el amor no sea el mismo, aunque la despedida diaria duela. Lo importante es re encontrar el amor, donde sea que esté.
Un Hijo es todo aquello que somos pero también aquello que podremos llegar a ser. (en potencia). Un hijo nace de nuestro cuerpo y crece con nosotros, de alguna manera y sin quererlo, podemos llegar a proyectar en ellos todo aquello que nosotros quisimos ser o todo aquello que querríamos que el otro fuera. Un hijo nos enfrenta con nuestra propia imagen distorsionada. Por que es otro. No somos nosotros pero es, en parte, nuestro ser.
Por eso es tan duro y terrible que un hijo a que soñamos, dimos vida, o educamos muera. Cuando esto sucede, muere también una parte de nosotros. Es como sentir que parte de nuestro cuerpo se fue con él así como también todas aquellas cosas que pudimos haber vivido, soñado, realizado. Todo los proyectos “de” quedan truncos dando lugar a la frustración que acompañará la pena diaria.
Pero nosotros seguimos acá, los días siguieron pasando y estamos obligados a continuar y aceptar esto que nos tocó. Lo que debiéramos poder ver es que el sentimiento es algo etéreo, que no se puede definir ni medir y que entonces podemos encontrar parte de “ese” amor en otros amores, distintos, no tan intensos pero que nos pueden ayudar en este proceso. Amores nuevos, amores viejos, amores de reencuentro. Por que lo mágico de la vida es volver a encontrarse después de que uno se pierde. En ese encuentro experimentar que podemos amar de nuevo, aunque el amor no sea el mismo, aunque la despedida diaria duela. Lo importante es re encontrar el amor, donde sea que esté.
No hay comentarios:
Publicar un comentario