Me quedé con una frase que escuché hoy "en cada sueño nace una responsabilidad". Me pareció interesante que en esa única frase resumiera lo más importante de nuestro presente. Sueño y responsabilidad.
Tuvimos un sueño, algunos muchos meses, otros menos, pero el sueño estuvo. Pudo ser inmenso, ambicioso o solo que se transformara en milagro. Por que ahora entiendo cuando hablan del milagro de la vida.(y recién ahora puedo asimilarlo).
Siempre supe, desde que buscamos a Isabella, que la palabra responsabilidad estaba atada a la palabra amor también. Fue una elección de dos personas que se aman, y si así no fuera también uno es responsable por esos mismos actos.
Lo difícil es hacerse cargo de ese sueño cuando no resulta como esperábamos. Y allí radica el desafío de nuestra realidad. Responsabilizarnos por algo que no pensábamos podría pasar. Como si hubiésemos "comprado" la garantía de que todo saldría bien. A los golpes y a costos muy altos, aprendimos que cualquier cosa nos puede suceder, buena o mala. Y que mas allá de que el resultado al que lleguemos cuando emprendamos un camino no sea el que nosotros anhelamos que fuera, siempre al final del mismo, tenemos la obligación de responder con responsabilidad. Dejar que la vida nos sorprenda con lo que decidimos soñar, aceptando humildemente lo que deba suceder y hacernos responsable de ese sentimiento. Ese es el riesgo de amar.
Tuvimos un sueño, algunos muchos meses, otros menos, pero el sueño estuvo. Pudo ser inmenso, ambicioso o solo que se transformara en milagro. Por que ahora entiendo cuando hablan del milagro de la vida.(y recién ahora puedo asimilarlo).
Siempre supe, desde que buscamos a Isabella, que la palabra responsabilidad estaba atada a la palabra amor también. Fue una elección de dos personas que se aman, y si así no fuera también uno es responsable por esos mismos actos.
Lo difícil es hacerse cargo de ese sueño cuando no resulta como esperábamos. Y allí radica el desafío de nuestra realidad. Responsabilizarnos por algo que no pensábamos podría pasar. Como si hubiésemos "comprado" la garantía de que todo saldría bien. A los golpes y a costos muy altos, aprendimos que cualquier cosa nos puede suceder, buena o mala. Y que mas allá de que el resultado al que lleguemos cuando emprendamos un camino no sea el que nosotros anhelamos que fuera, siempre al final del mismo, tenemos la obligación de responder con responsabilidad. Dejar que la vida nos sorprenda con lo que decidimos soñar, aceptando humildemente lo que deba suceder y hacernos responsable de ese sentimiento. Ese es el riesgo de amar.
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