Hoy pensaba en todas aquellas personas que me escriben, algunas solitarias por elección otras solitarias por no tener opción , todas compartían el mismo interrogante: que pasa con la gente que nos rodea?
Creo que tenemos que dejar de esperar que los demás puedan ponerse en nuestro lugar y entiendan o sientan nuestro dolor. Muchas veces aquellas personas que solían rodearnos también experimentan sufrimiento. Eso no implica que puedan contenernos, escucharnos y estar a nuestro lado. Ellos también perdieron un ser querido o simplemente no pueden conectarse con nosotros a través del dolor.
Pasamos la vida conectándonos con infinidad de situaciones y experiencias. Pero la pérdida de un hijo se diferencia de todas las demás por ser antinatural y la mas dolorosa de todas las pérdidas que un ser humano pueda experimentar.
La mayoría de nosotros preferimos mirar para el costado, evitando enfrentar esta realidad que es parte de la vida, pero que sin embargo nos resistimos a aceptar. Y llega un día en que a cualquiera de nosotros nos toca la puerta la desgracia, y el tema se instala en nuestra vida como nuestra sombra. Y jamás tuvimos tiempo para siquiera pensarlo, porque nos parecía lejano y distante. No tenemos opción, estamos obligados a encontrarla cada mañana y recomponer, recomenzar, revivir para poder seguir.
No tenemos en este punto posibilidad de elección. Los demás si.
Sea por egoísmo o por propia cobardía, si no lo vivimos, preferimos no procesarlo o simplemente pensamos que es algo que solo les pasa a otros. Hasta que nos pasa, y cuando nos pasa, estamos solos, pero nos acordamos de aquellos que tuvieron que pasarlo y quizá nosotros en ese momento no pudimos estar.
No culpemos a los demás si no pueden acompañarnos, pensemos en cambio, que podremos acompañar a otros cuando sea el momento.
Hemos sufrido, pero también hemos amado.
Hemos llorado, pero también hemos sonreido.
Hemos perdido, pero también habremos ganado.
Creo que tenemos que dejar de esperar que los demás puedan ponerse en nuestro lugar y entiendan o sientan nuestro dolor. Muchas veces aquellas personas que solían rodearnos también experimentan sufrimiento. Eso no implica que puedan contenernos, escucharnos y estar a nuestro lado. Ellos también perdieron un ser querido o simplemente no pueden conectarse con nosotros a través del dolor.
Pasamos la vida conectándonos con infinidad de situaciones y experiencias. Pero la pérdida de un hijo se diferencia de todas las demás por ser antinatural y la mas dolorosa de todas las pérdidas que un ser humano pueda experimentar.
La mayoría de nosotros preferimos mirar para el costado, evitando enfrentar esta realidad que es parte de la vida, pero que sin embargo nos resistimos a aceptar. Y llega un día en que a cualquiera de nosotros nos toca la puerta la desgracia, y el tema se instala en nuestra vida como nuestra sombra. Y jamás tuvimos tiempo para siquiera pensarlo, porque nos parecía lejano y distante. No tenemos opción, estamos obligados a encontrarla cada mañana y recomponer, recomenzar, revivir para poder seguir.
No tenemos en este punto posibilidad de elección. Los demás si.
Sea por egoísmo o por propia cobardía, si no lo vivimos, preferimos no procesarlo o simplemente pensamos que es algo que solo les pasa a otros. Hasta que nos pasa, y cuando nos pasa, estamos solos, pero nos acordamos de aquellos que tuvieron que pasarlo y quizá nosotros en ese momento no pudimos estar.
No culpemos a los demás si no pueden acompañarnos, pensemos en cambio, que podremos acompañar a otros cuando sea el momento.
Hemos sufrido, pero también hemos amado.
Hemos llorado, pero también hemos sonreido.
Hemos perdido, pero también habremos ganado.
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