A veces me da la sensación que la gente que me rodea no dimensiona en realidad lo que perdimos. Perdimos la posibilidad de concretar sueños. De engendrar vida, de encontrar en un hijo nuestros mismos gestos, de emocionarnos con cada logro que ese hijo alcanzara. Más que perder, nos arrebataron sin razón lo único que anhelamos durante tantos meses. Y no tenemos a quien echarles culpa… tenemos que procesar solos esto que nos paso y que nos quita hasta las ganas de respirar y seguir viviendo.
Estoy harta de escuchar:…"son jóvenes, empiecen a buscar otro...”como si Isabella hubiese sido, en mi vientre, un pedazo de cálculo vesicular.
Entiendo que la gente no lo hace con maldad.
Sin embargo algunas veces quisiera, que al menos un solo día, experimentaran el dolor que siente un padre al perder un hijo, lo irracional de la muerte se vuelve entonces antinatural además de inconcebible. Solo así, no escucharía ya más esas palabras.. Sepan, prefiero los silencios.
Diariamente me contacto con muchas madres, como yo, que hemos perdido bebes. El desconsuelo es doble… no hemos podido festejar su risa, ni sostenerlos, ni pasar una noche en vela mirándolos dormir. Hemos sido engañadas por la vida creyendo que esa personita nos cambiaría por completo transformándonos en tres. Crecimos creyendo que la vida era algo simple, sin tanto sufrimiento. Mas si uno está rodeada de cuñadas o amigas con muchos hijos, seguramente nunca nos imaginamos que esto podía pasarnos a nosotras. Dimos por supuesto que el quedar embarazadas era igual que verlos vivir.
Y nos tuvimos que enfrentar, sin querer, sin pensar, con la penosa realidad de que nada de lo arriba mencionado, estaba garantizado. Y el mundo, tal cual lo concebíamos, se derrumbó. Con nuestros valores, nuestros amores, nuestras pertenencias… ya nada tiene sentido sin lo que mas deseábamos: ese hijo.
Un hijo que esperamos por tantos meses, que vimos crecer en cada ecografía, que nos sorprendió con enérgicas patadas, que la razón nos indicaba que debía nacer y finalmente no se quedó con nosotros… (Al menos el tiempo que querríamos). Y nos quedan años… muchos años en donde lloraremos todo lo que no vivimos, lo que no pudimos compartir, lo que debiera haber sido y no fue. En tanto y en cuanto vivamos vivirá con nosotros esa astilla en el corazón que jamás podremos sacar. Esperando que llegue el día en que nos reencontremos con el o ella para entender un poco mas de esta realidad que hoy se presenta oscura y carente de significado.
Mientras tanto, intentemos seguir adelante, buscando nuevos caminos, nuevos rumbos, nuevos amores que alivien nuestro corazón destrozado. Nunca permitamos que ese dolor nos trascienda porque mientras vivamos, nuestros hijos que se fueron, nos acompañarán.
Estoy harta de escuchar:…"son jóvenes, empiecen a buscar otro...”como si Isabella hubiese sido, en mi vientre, un pedazo de cálculo vesicular.
Entiendo que la gente no lo hace con maldad.
Sin embargo algunas veces quisiera, que al menos un solo día, experimentaran el dolor que siente un padre al perder un hijo, lo irracional de la muerte se vuelve entonces antinatural además de inconcebible. Solo así, no escucharía ya más esas palabras.. Sepan, prefiero los silencios.
Diariamente me contacto con muchas madres, como yo, que hemos perdido bebes. El desconsuelo es doble… no hemos podido festejar su risa, ni sostenerlos, ni pasar una noche en vela mirándolos dormir. Hemos sido engañadas por la vida creyendo que esa personita nos cambiaría por completo transformándonos en tres. Crecimos creyendo que la vida era algo simple, sin tanto sufrimiento. Mas si uno está rodeada de cuñadas o amigas con muchos hijos, seguramente nunca nos imaginamos que esto podía pasarnos a nosotras. Dimos por supuesto que el quedar embarazadas era igual que verlos vivir.
Y nos tuvimos que enfrentar, sin querer, sin pensar, con la penosa realidad de que nada de lo arriba mencionado, estaba garantizado. Y el mundo, tal cual lo concebíamos, se derrumbó. Con nuestros valores, nuestros amores, nuestras pertenencias… ya nada tiene sentido sin lo que mas deseábamos: ese hijo.
Un hijo que esperamos por tantos meses, que vimos crecer en cada ecografía, que nos sorprendió con enérgicas patadas, que la razón nos indicaba que debía nacer y finalmente no se quedó con nosotros… (Al menos el tiempo que querríamos). Y nos quedan años… muchos años en donde lloraremos todo lo que no vivimos, lo que no pudimos compartir, lo que debiera haber sido y no fue. En tanto y en cuanto vivamos vivirá con nosotros esa astilla en el corazón que jamás podremos sacar. Esperando que llegue el día en que nos reencontremos con el o ella para entender un poco mas de esta realidad que hoy se presenta oscura y carente de significado.
Mientras tanto, intentemos seguir adelante, buscando nuevos caminos, nuevos rumbos, nuevos amores que alivien nuestro corazón destrozado. Nunca permitamos que ese dolor nos trascienda porque mientras vivamos, nuestros hijos que se fueron, nos acompañarán.
1 comentario:
Te queremos mucho Pao.
sil, Ro y los peques.
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